
El sida es una enfermedad infecciosa producida por un virus, denominado VIH (Virus de la Inmunodeficiencia Humana). Es un virus mortal porque debilita el sistema inmunológico, es decir, el sistema que defiende nuestro cuerpo de las enfermedades y porque no hay ninguna cura o vacuna para combatirla Su origen no esta muy claro, la explicación más creíble es que es la mutación de un virus que afecta a determinados monos.
Cuando el sistema inmunológico se debilita tanto que deja de funcionar, el enfermo muere por cualquier enfermedad, aunque esta no sea grave. Su contagio se produce solo a través de la sangre, fluido vaginal y semen. Por tanto es una enfermedad de transmisión principalmente sexual.
El sida ataca al cerebro, dificultando la capacidad de aprendizaje y memoria. Esto es debido a que el virus evita la formación de nuevas neuronas. Todavía no hay ningún tratamiento que pare este proceso de degeneración.
Aunque pueda parecer muy duro, el sida se esta convirtiendo cada vez más en una enfermedad crónica, como la diabetes o la insuficiencia renal. En el fondo es una buena noticia, puesto que antes tener el sida era una condena de muerte. Esta llegaba antes o después en función, entre otras cosas, de la suerte a la hora de contraer infecciones y de la rapidez con que nuestras defensas fueran aniquiladas por el VIH.
Sin embargo, la espectacular inversión en investigación que se realiza desde hace más de una década, ha conseguido desarrollar tratamientos eficaces contra la enfermedad a una velocidad desconocida hasta ahora en otras patologías.
En estos momentos, existe todo un arsenal de fármacos a disposición de los especialistas para combatir al virus, aunque ninguno de ellos es capaz de destruirlo. Eso sí, consiguen frenar su multiplicación y, por tanto, su capacidad de destruir nuestras defensas.
Una vez que hemos sido infectados, no existe ningún tipo de tratamiento que consiga eliminarlo de nuestro cuerpo. Sin embargo, los pacientes infectados deberán estar siempre pendientes de la enfermedad y sometidos a algún tipo de control o tratamiento, que no los curará pero frenará el rápido avance de la enfermedad.
Cuando el sistema inmunológico se debilita tanto que deja de funcionar, el enfermo muere por cualquier enfermedad, aunque esta no sea grave. Su contagio se produce solo a través de la sangre, fluido vaginal y semen. Por tanto es una enfermedad de transmisión principalmente sexual.
El sida ataca al cerebro, dificultando la capacidad de aprendizaje y memoria. Esto es debido a que el virus evita la formación de nuevas neuronas. Todavía no hay ningún tratamiento que pare este proceso de degeneración.
Aunque pueda parecer muy duro, el sida se esta convirtiendo cada vez más en una enfermedad crónica, como la diabetes o la insuficiencia renal. En el fondo es una buena noticia, puesto que antes tener el sida era una condena de muerte. Esta llegaba antes o después en función, entre otras cosas, de la suerte a la hora de contraer infecciones y de la rapidez con que nuestras defensas fueran aniquiladas por el VIH.
Sin embargo, la espectacular inversión en investigación que se realiza desde hace más de una década, ha conseguido desarrollar tratamientos eficaces contra la enfermedad a una velocidad desconocida hasta ahora en otras patologías.
En estos momentos, existe todo un arsenal de fármacos a disposición de los especialistas para combatir al virus, aunque ninguno de ellos es capaz de destruirlo. Eso sí, consiguen frenar su multiplicación y, por tanto, su capacidad de destruir nuestras defensas.
Una vez que hemos sido infectados, no existe ningún tipo de tratamiento que consiga eliminarlo de nuestro cuerpo. Sin embargo, los pacientes infectados deberán estar siempre pendientes de la enfermedad y sometidos a algún tipo de control o tratamiento, que no los curará pero frenará el rápido avance de la enfermedad.
Zaira Nuñez Duque
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